Se suele decir que el odio es la otra cara del amor, aunque no siempre es así. El odio tiene muchas caras y muchas causas.
La capacidad de odiar es una característica humana; un sentimiento de
raíces profundas que se define, desde la perspectiva psicológica, como
una emoción intensa de ira y hostilidad hacia una persona, grupo u
objeto.
Para Charles Darwin, las raíces del odio estaban en la venganza y en la defensa de los propios intereses. Desde la psicología, de la mano de Erich Fromm,
hay una visión bastante coincidente con el naturalista. Para Fromm el
odio surge como respuesta ante una amenaza. El historiador Isaiah Berlin
hablaba del odio focalizándolo en un grupo; en este caso refiriéndose a
la xenofobia. Según Berlin el origen del odio se debe a un sentimiento
de humillación que experimenta un grupo de gente por causa de otro
grupo.
La filosofía también ha hecho aportaciones al respecto. Descartes
sitúa al odio entre la conciencia de que algo anda mal combinado con el
deseo de apartarse de esa situación. Spinoza califica el odio como una
clase de dolor que obedece a una causa externa. David Hume observa el
sentimiento de odio como una emoción irreductible e imposible de
definir, mientras que Aristóteles ve el odio como un deseo de
aniquilación; visión parecida a la de Sigmund Freud, quien definía el odio como un estado del yo que desea destruir la fuente de su infelicidad.
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